elba lucia vizio

ADIOS INESPERADO

(Narración)

 

Un lugar, una hora, mi casa. Momentos inesperados invadieron el descanso de la noche húmeda y en silencio.

Mi casa despierta junto al sueño interrumpido provocado por cuatro monstruos del delito, empuñando armas de fuego e incentivando la ardua lucha de un asalto, convirtiendo la noche en llamas. Sorpresa de la maldita inseguridad.

Pedían dinero a la voz de -¡quietos!.Trato de  escapar en medio de la trama de discusión frente al baño con mi pequeño del brazo y despierto a Christian, mientras Manuela y María en su habitación clamaban auxilio sin entender nada.

Luchábamos dormidos. Todo era indomable, indefensos a la batalla.

Mientras Carlos forcejeaba con uno de ellos, otro  sorprende de atrás y dispara en medio de  gritos en vano.

Atravieso el jardín y cobijo a los niños bajo no se qué, sin saber hacer qué.

Desde los fondos de la casa observábamos la caída de Christian y Carlos  rodeados por las cuatro bestias  bajo el alero de  cocina.

Se desplazaban en toda la casa con toda libertad, como si nada buscando valores y comida de  la heladera.

Todo era desorden, no podíamos  actuar desde los fondos de la casa, solo mirar y escuchar los gritos desgarradores   de ¡auxilio, mamá!, indefensos a la lucha.

Apenas pude juntar mis manos y subir los pies de Manuela hacia la casa lindera en busca de socorro y mirando a Christian tirado  que con su voz quebrada solo decía ¡-me estoy muriendo!

Jamás pude asumirlo, entenderlo. Mi casa ya no era mi casa.

Vemos como huyen, asustados, con temor a su cacería.

Carlos desaparece ensangrentado pidiendo ayuda, sin rumbo. Los vándalos eran del barrio. Claro, no eran nada bueno su ambiente de crecimiento.

Llega Manuela con el vecino y corre en busca de ayuda hacia el Centro Asistencial a dos cuadras de la morada. Comienza a llover.

Junto al pequeño Carlos Ernesto  y María corrimos a Christian hacia la cocina, un tiro certero había atravesado su espalda, y emana  sangre por su boca. Desciende Manuela de un auto, mientras Carlos ya iba en la asistencia camino al nosocomio.

Fatídica noche. Desesperación constante. Mis hombres en llamas.

Al fin llega otro móvil de asistencia con rumbo interrumpido. Subo a Christian y nos dirigimos  hacia el mismo lugar.

En casa queda el vecino  que ya había informado a la policía la gravedad del hecho, junto a los pequeños.

Era de tal magnitud lo acontecido, que nos estaban esperando para socorrer a mis hombres en el nosocomio” Luciano de la Vega”, de la localidad de Moreno.

Carlos ya estaba siendo intervenido, y  un grupo de médicos aguardaba  el arribo de Christian para ingresar al quirófano.

Al  llegar  me despido con un beso y me responde con un fuerte apretón de manos. Me siento en el suelo, pegada a la puerta. Seguía como en la nada.

Un hombre de traje  azul,  pregunta si yo era-Lucia-, le respondo, me contiene, pone la mano en mi hombro, me solicita concurrir al destacamento para declarar los motivos del hecho y poder actuar rápidamente con los asesinos, e iniciar los trámites protocolares y burocráticos de la denuncia.

No quería salir de allí, pero había que hacerlo. Me llevó en su auto hasta casa.

Ya estaban todos los uniformados realizando peritajes, invadiendo a preguntas y conteniendo  a los niños.

Amanecía, eran las seis de la mañana. Regreso nuevamente al nosocomio con Manuela, mi impaciencia por los heridos era incontrolable. Estaba muy nublado.

El camino se hacía lento, no podía controlar la  impaciencia, hasta que llegamos.

Interrumpo la puerta con torpeza, y una humilde señora se  acerca y me dice:-señora aquél médico que está sentado en el bar, la andaba buscando-, luego de agradecerle me dirijo hacia el lugar, le pregunto al profesional como estaban mis hombres y con quebradas palabras me informa;-Christian  quedó en la operación-, una  bala había atravesado su aorta.

 Mis gritos, no eran gritos, ni yo era yo .Mi voz había desaparecido junto  a la de Manuela.

 Estaba  todo perdido. De Carlos me había olvidado. Estaba grave, pero estaba vivo.

Regresamos en silencio, con el corazón hecho pedazos  y con la forma de explicarles a los niños que su hermano había muerto.

Al recibir la noticia en medio de un valle de lágrimas, nos fundimos los cuatro en un abrazo profundo, mientras su padre seguía luchando con su vida.

La noche en mitad del sueño, cansados, y en segundos, a las dos de la mañana,  se había apoderado de mis hombres, adictos al trabajo y a la familia.

Los partes médicos informaban de la gravedad de Carlos. Doce impactos, recorrieron  sus vísceras, su brazo, su pierna. Gran parte de su intestino fue destruido y la gravedad, dependía solo de un milagro. Y aposté a la Fe, pero tenía que ocuparme del protocolo de Christian. Aún seguía sin habla. Numerosa policía esparcida por todos los rincones contemplaban el velatorio montado en casa. Muchísima gente.

Tan  solo pensaba en abandonar todo, mi centro del universo, se había convertido en sombras. Observaba minuciosamente los lugares que habíamos cobijado en familia hacía unas horas, los proyectos, los sueños, los primeros pasos de mi nieto que estaba por nacer y que jamás conocería a su papá.

Allí quedaría mi alma, pero era imposible continuar .El peligro acechaba a cada instante,  era un monstruo sorpresivo a deshoras. Se había ido todo.

Culmina la inhumación. Solo Manuela con sus veintidós años, concurría al hospital para saber de su padre. Mis fuerzas aplacadas eran pocas  todavía. El duelo estaba en vilo. Los pequeños necesitaban de la compañía, de mi amor.

Los pronósticos médicos eran deplorables.

Operaciones de urgencia, virus inter- hospitalarios, agonía, gravedad.

El abdomen de Carlos estaba totalmente abierto.

Yo permanecía en la Fe. Tenía y tengo siempre presente, aquel apretón de manos de Christian .Lo tomé como una despedida, y se estableció la química de amor que me incitó a continuar la batalla.

A los dos días de aquel 9 de Octubre, me iba despidiendo de cada rincón de la casa, cargué mi mochila  con lo necesario para vestirnos, y dejé todo a la deriva…

Nos refugiamos en un galpón abandonado lleno de palomas .En su momento el lugar había funcionado como salón de baile. Le fui dando ambiente para habitarlo y   allí nos cobijamos del miedo, con frío, con hambre, sin los hombres. Los  pocos que sabían de nuestra guarida, amigos de Christian casi  todos, nos alcanzaban comida  y algunos pesos para visitar a Carlos en su agonía.

Mis neuronas ya estaban tomando forma para pensar mejor y coordinar con mesura  la lógica del pensamiento y  continuar la lucha.

La Fe aumentaba a cada instante. Christian pasó a ser mi ángel eterno, mi sostén, mi otra mitad. Lo tenía incorporado  como cuando lo estaba engendrando. En todo  momento me aferré a El  para que se provocara el milagro esperado.

Se esperaba lo peor, pero yo seguía en positivo…Pasaron así dos meses. Ya había nacido su hijo Christian. Eran  mezclas de alegrías y dolor en madejas  de sentimiento  y  lágrimas confusas.

La policía concurría a cada momento del día para adjuntar testimonios y declaraciones al caso.

 No quería hablar más, ni más notas periodísticas, ni mas preguntas, solo deseaba cumplir con las etapas del duelo y pensar.

Gente que encontraba por el centro me decía que ya no habían quedado ni las ventanas de mi casa .Restaba importancia a todo. Ya no estaba en mi mente lo perdido. Tenía que velar por los que estaban, y por mi como podía.

Las citaciones  del  Juzgado eran cada vez más densas y continuas. ¿para qué? -me preguntaba... Era tarde para todo. Se nos hacía muy difícil conseguir dinero para viajar  a uno y otro lado; hasta que de pronto conversando con el señor Fiscal, le informo de mi agotamiento mental y emocional.

Mis pies respondían, con medio cuerpo. Se hacía pesada la marcha.

 Había que hacerlo para la detención de los malvados  y  debía continuar con los testimonios y declaraciones no gratas.

Seguía a la deriva de un camino diferente que traspasaba el cuajo.

Me brindaban  mucha atención en el Tribunal. Una propuesta del magistrado calmó mi miedo y la  impotencia. Se me ofreció un Programa de Protección que ni dudé en aceptarlo, con cláusulas, normas, reglas y personal de custodia. Solo quería seguridad para mi familia.

Caía la tarde,  y  de regreso  al galpón, llega Manuela con la noticia de  que su padre había despertado como de un largo sueño. ¡No podía creerlo! Aún así yo  tenía en mí, la decisión de volver  a enfundar mi mochila.Sonreìa, se desprendían lágrimas secas de mi rostro cansado.

Venía otra lucha, otros momentos, otro lugar. Rondaba la pregunta esperada:

¿y Christian? Había que ocultar la verdad, órdenes profesionales.

Y ¿quién se lo dirá? ¿Cómo explicar que vivíamos en un galpón? ¿Y nuestra casa?

Situaciones tensas  alimentaban  el dolor una y otra vez.

Horas interminables, noches difíciles  hacían pensar en la comida del día

siguiente. Todo era eterno. ¿Hasta  cuando?  me preguntaba, pero era la asignatura pendiente que había quedado colgada como hilacha  a descubierto.

El pasar de las horas, marcaban  la mejoría milagrosa de Carlos que provocó la mezcla de alegría y dolor en una confusión de estados de ánimo sorpresivo y difícil, hasta que tomamos coraje y Manuela da la primicia.

Las palabras se entreveran en silencio y tratamos de acompañar su duelo con las pocas fuerzas que quedaban. Ya un poco repuesto, con su abdomen todavía abierto y colostomía por largo tiempo, conversé sobre el Programa y no dudamos en tomar nuestras  pertenencias nuevamente  para emprender otro viaje.

Escoltados con coches especiales de seguridad  y de excelente conducta, los hombres de la Ley, nos condujeron a un hotel en la ciudad de La Plata, asistidos por psicólogos y provistos de toda necesidad. Era un mundo diferente.

Allí nos tuvieron treinta días a prueba  de convivencia. Hermoso Establecimiento de morada.

La custodia instalada en la habitación continua, velaba de nosotros, atento a todo movimiento, a toda situación extraña.

Vencido el plazo  y pasando la prueba, nos conducen al Partido de la Costa. Un nuevo mundo, pero fuera de peligro. Parecía un sueño .Nos hospedaron en casas muy bonitas. Llevaban a Carlos  todos los meses a realizar las intervenciones quirúrgicas  hasta quitarle la colostomía. Llevó casi dos años el tratamiento.

Luego de catorce operaciones de riesgo, marcaron su historia y una discapacidad visceral de por vida. Nuestra Fe sigue latente, intacta, inmortal.

Estábamos muy cómodos, pero  aún tenía presente que un pedazo de mi  había quedado  en la casa de los sueños.

La casa de los rincones abrigados y cómplices, la casa de fuego, de

 la tierra trabajada. En ella mora el espejo del alma, la sombra de lo mágico, de lo trágico.

La custodia era nuestra sombra.

Con la mente  ya mas renovada, despejada, más pausada y tranquila, queríamos comenzar a transitar y descubrir  el camino diferente como personas normales.

Decidimos egresar del Programa. Estábamos preparados para la nueva lucha  contra la vida   que nos había hecho una mala jugada.

Jamás nos dimos por vencidos.

Todo el dolor, los recuerdos, la agonía, la casa vacía pero colmada de historia, son el soporte de nuestro amor y las herramientas necesarias para armar una nueva casa. No fue fácil, pero se pudo. Reside conmigo el parque, mi jardín, el alero, los sonidos del silencio, y el  abrir otra puerta  para  volver a empezar. Carlos tomó como terapia, la locución en una radio local y cuida coches. Nadie se da cuenta lo que lleva en sí.

Manuela y María se casaron muy bien y ya tengo cinco nietos, que me proveen de las fuerzas necesarias para continuar.

Carlos Ernesto ya cumplió sus 18 años, un gran hombre que creció de golpe. A pesar de aquel momento que solo contaba con nueve años, lleva prendida la historia. Apasionado de su oficio, la música, con muchas ganas de trabajar y culminado sus estudios de Bachiller.

Cada uno con su casa en la mochila.

Yo, en  ningún momento me encerré en mi misma.

Me refugié en la terapia del estudio y comencé la marcha hasta hoy.

Me  capacité en Hotelería, Marketing, Recepcionista-Conserje, Administrador de Propiedad Horizontal, Auxiliar de Protocolo y Ceremonial,  Relacionista Público, Organización de Eventos, Coordinador Turístico y Oratoria. He recibido diplomas de Honor de merito y dedicación del Club de Leones De Mar de AJO, diploma de  Honor de presentismo y dedicación del Centro Cultural del Partido de La Costa el  cual formo parte y pertenezco a la Fundación de Poetas y Escritores del Partido de la Costa, Grupo Época. Participo en el Proyecto como miembro del Jurado del Festival de la Palabra en el Mundo y en los Congresos Internacionales y Nacionales Latinoamericanos de Poesía  y Narrativa de General Lavalle y de la Costa . Soy semifinalista por segunda vez   consecutiva  en el Ministerio  De Cultura de España. Hoy soy Relacionista Público, pero nunca dejé de componer. La lapicera, mi fiel compañera  de la mano de la música me llevan a infinitos lugares. Que más puedo pedir, sino agradecer la maravilla de gente que he encontrado y me ha brindado su amor. Pero siempre mis pasos, las metas, caminan por mi casa…

ELBA LUCIA VIZIO-MDA