Pablo Diaz

Realeza

Llegó a mí puerta, la

 guardadora; me asomé a

 abrirle y nunca tocó, yo había

dejado colgado en percha todo

el linaje que  Dios me dio.

 

Cuando su mano tocó mí

orgullo ella en seguida del

sitio huyó, me echó en su bolso

junto a un libro que entre sus

hojas me aprisionó.

 

Aquí estoy, ya enrojecido de

 soledad sin que ahí viva el

 corazón que mis aromas  

embriagarán, perdido entre

estas hojas de frialdad      

donde he venido a recalar.

 

PABEDIZ…