"El viento de la calle nos agacha la cara,
y en la esquina dejamos,
como un cadaver tibio
-envuelto en celofán negro-
un fragmente de vida" Luigi Amara
No pienses más en mí, olvídate ,de mí, de mi lánguida sonrisa
Que este ritual es tan absurdo, este ritual de pensarnos nos llena la cara de polvo.
Y la sonrisa se queda solo en fotografías, nunca tomadas.
No, no pienses mal de mí. Que cada segundo bailoteas en mis deseos, en mi cuerpo… sí, en mis pensamientos.
No, deja ya de clamar en nombre del amor, que ahora mismo nadie lo reconoce con esa máscara tonta colores traslúcidos. Que nosotros mismos le pintamos al amor una gruesa capa de preguntas.
Esto se me ha hecho un delirio. Estoy delirando.
Las palabras, amor que no oyes, porque no vienes a que te susurre que te amo.
Un te quiero frágil en tu espalda, en tu frente y en tu palma. Una palma que acaricie con una noble capa de piel, de piel y tacto. Un tacto. Tocarte con un beso carmesí depositado para pintarte la curvatura de tus gruesos labios, de tus dulces besos con palabras de te amo. Esos susurros que aún dejan mi cara tan inmune, tan viva, tan tuya.
Y las palabras un erizamiento de poros, una presencia que los llama, que los recuerda. Que cubre a la muerte y me dejan tiesa. Atónita. Amándote.
Amándote con los ojos cerrados, y los párpados inundados de recuerdos. Y los recuerdos ahogados me agonizan en su suelo.
Me retuercen, me desgarran. Me hunden el rostro en su tierra.
Me posan en las impulsivas ganas de llamarte, de tomarte entre mis brazos de mojarte toda la cara de mis desahogos. De arrancar mi rostro y descansarlo en tu pecho. De saberte vivo, palpitante, de saberte bello.
Vida mía, no, no entiendo esa mirada que se escurre por tu ventana, sin saber que estoy frente a ti. Que soy esa pupila que te ahoga de mí.
Pero no, déjate ya de ausencias, déjate de pensamientos. Deja de pensar en mí.
Déjate ya de ese lazo que me une a ti, de esa unión de arterias translúcidas.
Es este sueño dentro de tu sueño. Soñando que te sueño, despertando en tus recuerdos. Despertando y gritando bajo la almohada, y con la almohada rasgada, llena de ese delirio de no saberte con mi vida, cuando es vida. Y cuando yo existo, existiéndonos/extinguiéndonos bajo tus latidos. Existiendo el infinito bajo nuestra inexistencia ausente. Que se viste de nuestras penas. Y las penas ya sonrientes, por el derroche de nuestras vidas cortas.
Estoy tan despierta, y tan acostumbrada. Con la costumbre llena de monótona soledad.
Que me deja sola y sin ti.
Piensas que te pienso, pero ahora solo piensa. Que busco tu olvido, y que mi olvido solo busca tu cara
Sammantha