Cierto día en una ribera,
discutían por llevar una bandera;
un pétalo dijole a una hoja:
- Vete de mi rama que no te nesecito;
la hoja triste y todo roja
abandonó su rama con un saltito,
triste y decepcionada de ser su amiga
se dejó llevar por el viento,
mientras volaba divisó a una hormiga
que un inmenso árbol y violento
estaba cayendo sobre ella,
se detuvo y lanzó un grito:
- Corre hormiguita bella,
ven aquí que te necesito,
la hormiga corrió al escuchar la voz
y se detuvo debajo de una hoja
mientras el árbol con una fuerza feroz,
caía como quien alguien arroja
una piedra hacia el río,
mientras la pequeña hormiga
por el susto sentía frío;
- ¡Hola querida amiga!
Dijole alguien desde arriba,
alzó sus ojos y la vio,
era una hoja brillante que iba
dejando caer una gota que le sirvió
de ánimo y de consuelo
hasta llegar al riachuelo.
La hoja siguió su recorrido.
Mas por el otro lado el pétalo solitario,
cantaba alegre con un silbido,
al instante que un canario
se posaba frente al pétalo,
entonando una canción:
- No lo puedes rechazar, acéptalo,
este amor con todo mi corazón,
cantaba el pajarillo, pecho amarillo,
dejando caer una lágrima,
la que caía con un brillo
y la que se perdía entre la sima.
- ¿Qué te pasa, animal con alas?
Dijole el pétalo, todo arrogante
- Toda mi vida esta de malas,
Contestó el ave ante la interrogante.
- Muévete y vete de mi rama.
Fuera, no me eres útil;
con una mirada como quien ama,
el canario voló por sentirse inútil.
Un murmullo se escuchó en la ribera:
- ¡Qué feo pétalo esta frente a nosotros!
Aunque el lleva la bandera
y se compre aromas y bellos rostros,
siempre será feo para mí
y para todos los que pisan este sendero,
mas cuando la hoja y el canario estaban allí
se veía como un Príncipe verdadero.
Miró el pétalo por su derredor
y vio a una familia que se perdía
y se alejaba por el bosque de color,
como lo abandonaron cierto día.
El pétalo en esos instantes
lloró por todo lo sucedido de aquello
y fue en busca de sus acompañantes
para ver si es que le dieran el gran sello
del perdón y de sus amistades,
e iba velozmente a lo desconocido
sin saber que todas las maldades
le estarían acechando en su recorrido.
Cruzó bosques, valles y lagunas
para encontrar a la hoja y al canario,
caminó por las inmensas dunas,
sediento, melancólico y solitario
- ¡Basta ya de caminar! Se dijo,
Al instante que se desmayaba y cayó
como en brazos de su padre un hijo
cuando por tanto jugar se durmió.
- ¡Despierta ya!, entre sueños escuchó,
mientras atravesaba un inmenso vendaval
dejando una carta que cayó
en medio del cálido y suave arenal.
Levantose el pétalo asustado
y cogiendo la misiva entre las manos,
comenzó a leerlo afanado
que entre líneas decía: ¡Perdónanos!
Cuando la cuarta línea leyó,
surgieron lágrimas, risas y emociones
al saber que la carta que cogió
y todos sus dibujos y gran expresiones
estaban dirigidos hacia él
y aun más venía con una tal sorpresa
que decía: Para mi amigo fiel
y mientras leía estaba siendo presa,
de una fiera desde lo alto
que él, sin darse cuenta, prosiguió leyendo
y mientras la fiera dio un salto,
sobre el dibujo que estaba cogiendo
el pétalo, en sus débiles dedos
y haciéndolo herida en uno de ellos,
el tigre con sus dientes agudos
atacó, pero esta vez a unos sellos
que tenía el pétalo en la espalda,
mas el cogiendo la carta y el dibujo,
imitando a tal cual una espada,
retaba al tigre hasta que se produjo,
el cual sería su salvación;
entrar al denso bosque aunque mal herido
y esconderse sin vacilación
pero jamás con ese miedo aturdido.
Pero así es la vida y el mundo chico,
que al leer toda la carta y quien lo escriben,
lloraba él y al instante que un pico
y una hoja le decían: ¡Ven!
¡Vemos que recibiste la carta!
Mientras el canario y la hoja sin deslices
decían: Cada uno su historia imparta.
Y por fin los amigos vivieron felices.