Escuchaba de ti y no
entendía, perseguí conocerte,
hasta que, al fin, mis ojos
pudieron contemplarte
reafirmando las cosas que
había oído.
Después de contemplarte
fijamente, colgué en tu
interior esa mirada y pude
percibir que tus encantos no
sólo, a tu cuerpo,
acompañaban, también,
tu corazón, está lleno de
ellos.
En cada respirar, tuyo, se
escapan… se filtran al
través de esa sonrisa que
siempre hay en tu rostro, a
flor de labios, ampliando el
colorido de tu vida, haciendo
tu existencia sin igual.
PABEDIZ…