Situando las manos al fuego sin cuestionar
Cuál es el límite para la clausula pactada
Cuantas gotas de sangre hasta claudicar
El piso inundado por lágrimas derramadas
Lo pactado obliga y ni la muerte lo detiene
Un fantasma escondido entre las cortinas
Regresando del infierno si eso se requiere
Para honrar la promesa que fue adquirida
Sus labios no sabían el peso de las palabras
Y aún así las recitaron por un sentir efímero
Situando sobre su alma una atadura macabra
Entregando su vida a un contrato sacrílego
Como desearía haber mordido sus labios
Para encerrar en el averno de sus adentros
Aquellas silabas que se volverían calvario
Y que secando su alma lo dejarían sediento
Muy poco se necesitó para cortar los lazos
Del sentimiento que inundaba sus venas
Pero aquel pacto hecho en ilusorios trazos
Se negó a perdonar su inmortal condena
Aunque se alejó el objeto del juramento
Se quedó tatuada en su corazón esa frase
Retumbando en su mente cual lamento
Un dolor que con cada nuevo día renace
El hombre vuelto esclavo de esas palabras
Que lo encadenaron a un total sinsentido
Por ese fuego que hizo ignición en ambos lados
Pero que solo en uno se mantuvo encendido
Aquella flama que incinera sin extinguirse
Calcinando el cuerpo sin volverlo cenizas;
Esa bella frase que reniega el suprimirse
Es una deuda pagada de manera infinita
Un cadáver va dejando una tumba vacía
Para seguir honrando su infernal promesa
Mientras todo se ha ido, algo no olvida
Un “siempre te amaré”, grabado en su cabeza.
Andrés Ruiz H.