Amapola doliente, que agonizas
en llovizna de pétalos rugosos.
Te has tornado tan frágil, quebradiza,
porque la mano cruel cortó tu gozo.
Dedos guiados por el desatino
de tu esfera vital te separaron,
y hoy ves desfigurado tu camino,
pues mortaja de olvido te asignaron.
Las fuerzas te abandonan lentamente
y peleas exhausta los instantes;
el tallo ya se corva de impotente
demostrando tu afección constante.
Bailotea la muerte amenazante.
Se diluye tu savia bienhechora;
mañana te habrás ido, pero antes
dejarás tu lección de última hora:
Nutrimos dentro nuestro, fieras garras
que habrán de proveernos lo anhelado,
sin ver cuán brutalmente se desgarra
aquello que creímos tan amado.