¡Que raro! Te ofrezco mí
mano en gesto amistoso y
en vez de estrecharla te
sobra el orgullo para
rechazarla; eso no es lo
normal
¡Cuanta hipocresía! Como
si guardaras distancia de
tu pasado, como si no le
agradecieras a la vida o
amnésico tuvieras.
¿Qué ha ido a tu cabeza
que ha marchitado el
diario que a fuerza de
penurias escribimos? o
¿acaso has llegado a
pensar que San Pedro es
banquero?
¡Que ingratitud!: dolerte
que yo respire tu mismo
aire, que me alumbre con
la luz que gratis nos
brinda el sol y que aún me
veas de pies.
Siendo así, viejo amigo,
con toda humildad te digo,
aunque sea por darle al
viento palabras sueltas,
que hagas un alto en tu
vida y tengas un
encuentro contigo, que te
inhibas del calzado: no es
tuyo: es prestado.
PABEDIZ