Hay un extenso camino ante mis pies,
y la noche será larga, tan extensa
como un hilo de Ariadana,
tan inimaginable como una carretera,
y aquí no hay una estación de aborde,
ni un boleto a casa u otro lugar
que no sea las mismas
cuatro paredes que veo a diario
al despertar en la mañana,
con las imágenes aún recientes
del sueño que acaba de pasar,
como un halcón peregrino
que se pierde en la distancia.
Una noche soñé con lobos,
con un Dalí, con Amanda,
hubo otras noches
en que era un mendigo intelectual
y otras tantas en que era, sólo mis manos.
Hoy saldré a la calle a envenenarme
un poco de la polución,
y de su ir y venir de la gente,
paseante por la ciudad amurallada de edificios.
Ya he estado sumergido en el fondo de un tintero,
y con la punta de la pluma he seducido a Isabela,
el personaje de la novela.
Ella, que no se desanima en buscar
y encontrar, cuantos rostros para dibujar.
Es una noche apacible antes mis ojos,
ya no hay tantos juegos pirotécnicos
y fiestas por doquier.
Por otra parte, ya pronto termina éste mes,
he logrado lo que he conseguido
y ya no tengo lo que he querido.
¿Cuántas cosas se habrán marchado?
¿Cuántas cosas se habrán quedado?
Saldré, y he detener unas horas nocturnas
en otro lugar…
ya es hora de irme, poco a poco se hace tarde,
quería irme a las cinco, mi hora favorita,
pero como todo siempre se presenta algo
a última hora una llamada, un no encontrar el dinero,
un no encontrar el libro que leo ahora:
62/modelo para armar de Julio Cortázar.
Ya es más del tiempo que he estado aquí… Me voy.
© reservado todos los derechos de autor. David valencia Tobón