Fue difícil interpretar el juego del tiempo con los ojos abiertos y el cuerpo intacto. Pero de los ojos hacia adentro hasta el desorden de la vida, es perfecto.
Me pregunté al azahar, cuando sería el tiempo de mis cambios. Pasar por la adolescencia y parte de mi vida gritando a los vientos que nunca me cambiarían, poniendo al cielo como único testimonio de continuar inmóvil la avería de cada camino. Es erróneo pensar en ese juego. Solo transitar por encima de todo, afirma cada vez más el andar de mis zapatos y me dicta que he cambiado. En cada paso percibo la diferencia de cómo era en aquel momento, porque si así no fuera, he desperdiciado el andar. Los ideales seguirán intactos y mis principios moverán las piezas necesarias entre aquellas que deseaba sin tanta diferencia. Crecer me ha hecho saltar con precaución una verja distinta ,sin descuidar todo lo que he ido madurando quizá de golpe, fuera de estación ,junto al tiempo, y eso me ha llevado al andar del camino.
He sonreído y llorado en esa madurez infame del destino degustando los sinsabores de tormentas no esperadas, en forma enigmática y sorpresiva llena de lugares intransitables, discontinuos y abiertos que harián de mi lògica un paso sereno y tranquilo.
Y entonces me pregunto, si sabré cuando y en que momento he cambiado y ¿cuándo sabré que he dejado de ser aquella que tenía la solución del juego de la vida, y tan solo el pensamiento admitía que no había situaciones complejas sino temerosas que complicarían todo.
No sé cuando ni donde, pero llega todo en el momento menos preciso e inesperado, mientras camino cansada y encuentro alguien que marcó mi vida y se cruzan las miradas que dicen todo y no dicen nada.
Pero aún en el juego más difícil sin conocer su regla, juego.
No tengo miedo de aventurar la marcha, espero mi turno , armo las piezas necesarias con una sonrisa y sigo apostando hasta alcanzar como un saltamontes que no sabe donde va y desplaza las piedras para volver a jugar con el zapato gastado de tanto andar y andar...
ELBAS LUCIA VIZIO-MDA