Vibra el aire,
son redobles de campanas centenarias
cuyos tañidos se extienden por campos y pedanías;
voces de bronce nos hablan
de plegarias, de festejos, y agonías.
En mi memoria resurgen
los momentos de alegría
cuando furtivo en las sombras
al campanario ascendía.
Desde allí yo contemplaba
la riqueza de mi feudo,
mis campos de correrías
soñando que era su dueño,
y que a huestes nazaríes
con ahínco combatía.
Con mi corcel y mi espada,
con denuedo y gallardía
me enzarzaba en la batalla,
y la victoria obtenía.
Los sueños de aquellos días
por otros los he trocado,
mas en aquestas batallas
salgo a veces derrotado.