Tengo tus ojos clavados en mi espera,
el color de tu voz haciendo juego con mis manos.
Sobre tu piel,
entre los cuerpos:
las risas, las dudas, las promesas,
el calor en mi cuarto
y el terco amanecer en que nos encontramos ambos
desdichados, jubilosos,
amándonos.
Ya tendremos tiempo (o tal vez no)
de hablar sobre nosotros.
Hoy te quiero,
y prefiero quererte,
mujer que no conozco y que aprisiono
entre mi pecho y mi presente.
Tan lindo mi presente,
así, lleno de ti.
Hoy no importan los futuros,
los pasados, la razón,
no importaría la vida misma
si hubiera que pensarla.
Nos tenemos,
tenemos el parque,
el Vieux Lyon,
tenemos la noche y los puentes,
tenemos pies descalzos,
manos limpias,
olvidos olvidados,
tu volante y mi niñez
de corazón abierto e inocente.
Mientras exista la ternura
y el deseo,
las caricias serán el lenguaje perfecto.
Tu acento conocerá mi acento,
así, al roce de los labios y
el robar de los suspiros,
así, en lo que quede
de tu boca o de mi alma,
coincidiremos,
y moriremos juntos,
sin miedos,
sin rostros,
sin cuerpos.
Carlos Alcaraz
10/06/11