Ahora, que las inclemencias del otoño me cubre la vida de pétalos deslucidos,
que tengo el rostro hendido, los ojos lívidos y mis parpados parecen dormidos, que mis senos están consumidos, que las estrías por los partos gobiernan mi cuerpo, y mis piernas febriles, en las que te filtrabas para saciar tus deseos, hoy están forradas de arácnidas venas añiles
Ahora para ti no existo. Vuelas del nido en busca de lozanas pieles y frescos humores que calmen tu liviandad. Y se te olvida, que yo soy la misma que en la primavera de nuestro amor, te ufanabas de mi virginal belleza y cual alfarero orgulloso moldeabas mi figura. Soy la misma que desnuda me posaba en tu cuerpo revoltosa cual abeja en una flor, libando y saboreando la miel de tu interior
Pero hoy, para ti ni siquiera existo
tan solo soy sombra en un triste atardecer
un afluente seco queriendo las aguas de tu mar beber
porque tristemente aun te amo y deseo bañarme en tu piel
como cuando yo era tu cauce y tu mi río
pero para ti, hoy ni siquiera existo
Mas, cuando en el ocaso de nuestros años quieras crear conciencia, de que todo en esta vida pasa, y que al igual que a mí, el tiempo a todos sin piedad marchita
cuando tu corazón ya no se manifieste al querer amar y ya no sienta
entonces vas a comprender…
que mi flor seguirá siendo flor, con su mismo aroma y su mismo candor
y que tu tronco, que fuera orgullo cuando del verdor de sus tallos manaba la límpida savia y con el que inventabas utopías a tantas otras ramas
estará vencido, encogido y cabizbajo
y ya ni los pájaros querrán allí fraguar sus nidos