Dime señora de alcurnia,
que quieres de mi persona,
yo soy un fuerte aldeano,
que sale al día en la aurora,
para que la parva de oro,
se siegue sin más demora.
No quiero saber de damas
ni tampoco de pernadas,
sólo quiero ser prudente
con la honra y sin deslices,
no quiero ser como damas
que roban poniendo cruces.
En latifundios yo entrego
de el alba hasta la noche,
segando salvado y trigos
con el hambre en la boca,
repletos de entonar coplas
al viento porque no coman.
Usted requiere mi entrega
de sudor y otros placeres,
por derechos de pernada
que sirve para perderme,
mientras el hijo de campo
se esconde por no tenerte.
Hambre de mujer y penas
que asombras tu poderío,
entre las gentes sin cena
en la tierra de tus deudos,
sin saber que la ambición
siempre obtiene su veneno.
Autor:
Críspulo Cortés Cortés
El Hombre de la Rosa
6 de julio del 2011