ALVARO J. MARQUEZ

MI VICTORIA (Relato erĂ³tico y poema)

"No hablemos del olvido/ si amando no podemos olvidar,/ hablemos del amor prohibido,/ si no nos importa pecar".

 

Ella es bella, no hay ninguna duda de que lo es, por muy relativo que sea el concepto de la belleza; sus facciones son muy finas, como hechas de la mano de un experto dibujante. Por otro lado está su manera de vestirse, es tan atrevida, tan desfachatada, se ve que le importa un bledo el qué dirán. Estos detalles unidos a su personalidad fueron los que hicieron que me fijara en ella. Admito que el sentimiento de culpa fue notable, porque se trata nada más y nada menos que de la novia de mi mejor amigo, pero igual logró robarse toda mi atención y que me llenara de valor para abordarla. Ella se llama Victoria. ¿Que cómo me llamo yo? Se los diré al estilo 007… Cioffi. Karina Cioffi


Cada vez que visitaba a mi amigo ella estaba ahí o llegaba al rato y desbordaba el ambiente de alegría con su manera de ser. Daniel -mi amigo- no desperdiciaba un segundo para hablarme maravillas de su novia. Se fijaba en todo, hasta en lo impecable que lucían sus uñas y aunque a veces yo procurara ignorarla, el propio Daniel me hacía voltear la vista hacia ella. Así en cada visita él sin darse cuenta parecía “vendérmela” y yo cada vez me mostraba más dispuesta a obtenerla para mí.


Ellas se miran con cierta timidez,

Quieren avanzar pero no se atreven,

Se atreverán a sonreír tal vez…

Pero controlando su ansiedad,

Para no ser acusadas por la sociedad

De estar haciendo lo que no deben.

 

Verla cambiarse frente a mí era ya un espectáculo casi diario, pero que por repetido en modo alguno llegaba a cansarme. Era lenta para desvestirse y mientras lo hacía conversaba animadamente conmigo, sin notar creía yo, que todos sus movimientos al quitarse la ropa eran seguidos por mi mirada. Digo creía porque luego, los hechos dirían otra cosa… Mi amigo en una tarde de esas calurosas se estaba bañando y Victoria y yo charlábamos acostadas en la cama de él. Ella en sostén y un hilo que le quedaba divino. Por más que quería evitar mirarla no pude y ella ya lo había advertido. Sin embargo y contrariamente a lo que yo creía, su reacción ante mi mirar escudriñante no fue para nada negativa y hasta pareció excitarle que la mirara así. Después de un silencio incómodo, me preguntó por qué la miraba de esa manera. ¿Te incomoda? -le pregunté.  Me dijo que no, pero que usualmente, eran los hombres los que solían mirarla de esa forma y nunca una mujer. Otra vez el silencio reinó por unos segundos entre las dos. Puse mi mano en su pierna y empecé a acariciarla y apretarla lentamente, ella ni siquiera hizo el intento por apartarla, se estaba dejando llevar por lo que sentía en el momento. Los minutos valían oro, porque mi amigo en cualquier momento regresaría del baño y no quería darle este tipo de sorpresas, al menos no todavía…


Quieren saber qué es lo que se siente,

Si es que la sociedad acaso miente

Y no es ningún pecado que se quieran.

No importa lo que de ellas escriban,

Importa que intentándolo vivan

Y hasta que por intentarlo mueran.

 

Como impulsada por un resorte me le fui encima, puse mis manos en sus mejillas y la besé con una pasión tan fuerte que yo misma me sorprendí. Un día antes, una hora antes, ¡5 minutos antes! yo jamás creería que podría suceder lo que estaba ocurriendo, pero ahí estaba Victoria, entre mis brazos, casi desnuda por completo. Ya nos comíamos a besos las dos. Se puso de medio lado y le desabroché su sostén. Ahora tenía sus senos a pedir de boca… ¡de mi boca! Podía olerle la piel. ¡Dios! La novia de mi mejor amigo estaba en mis brazos, acostada conmigo, tocando sus labios con los míos. Era demasiado bueno para ser real, demasiado intenso para ser de verdad… Ya mi lengua hacía viajes de ida y vuelta por los pezones hermosos de Victoria, sus gemidos y su expresión de placer me llevaban al más alto frenesí, por lo cual se los chupaba más y más. Ya no importaba si Daniel entraba o no. El sudor de la piel de ella era todo cuanto me interesaba. Sentirla temblando, como desesperada por querer hacerme tantas cosas y no estar en el lugar preciso ni en el momento justo para hacerlas.


Quieren sentir que tienen derecho,

A sentir y decirse cosas muy bellas,

A soltar lo que tienen en el pecho,

A buscar su muy peculiar felicidad…

Quieren tener la mejor oportunidad

De poder amarse mucho entre ellas.

 

Quieren oír como laten cada segundo

Dos corazones que sí se apasionan

Porque entienden muy bien su mundo,

Con ideales que nunca se venden,

Con miradas que se entienden

…Y para nada se traicionan.

 

Lo que estaba por pasar efectivamente pasó. Mi amigo entró a la habitación y nos encontró en su cama con las manos en la piel y no en la masa, como generalmente decimos, aunque de no llegar él, me habría encantado “amasarla”. Como era de esperar la expresión de Daniel era de sorpresa, de desconcierto, pero más por su novia que por mí ya que él conocía bien mis preferencias sexuales. La tensión estaba al máximo. Él estaba en toalla esperando que alguna de nosotras hablara. Me puse de pie y le pregunté si le parecía que la situación estaba dispareja, porque yo podía emparejarla si él lo deseaba. Pareció no entender mis palabras. Sin decir más empecé a quitarme todo, sin dejar de mirarlo. ¿Qué haces? -me preguntó no sin cierto nerviosismo y le dije que estaba “emparejando las cosas”. No niego que también estaba tensa, pero había que enfrentar eso y tenía dos alternativas: disculparme por lo que pasaba o terminar de soltarme el moño y obviamente me decidí por esto último. Tomé a Victoria de la mano y nos acercamos a él. Bastó un gesto de nosotras para que la toalla que tapaba la parte más íntima de mi amigo se fuera al piso. Sorpresivamente Victoria se agachó y puso en práctica la clase de sexo oral más inspirada que he visto en mi vida. Mi amigo cerró la puerta y apoyó su espalda en la pared. En su rostro se veían los efectos de la tremenda mamada que Victoria le estaba dando. Fueron a parar a la cama -lugar donde comenzó todo- y allí me incorporé yo. Mientras ella se dedicaba casi como si fuera un ritual a dar y a encontrar placer en el miembro de mi amigo, yo me subía a la cama y enseñaba a mis labios a dar y encontrar placer en la espalda de ella. Acaricié sin cesar su cuerpo, como estaba muy inclinada hacia delante su trasero estaba de frente a mí, hermoso, provocativo. No dudé en meterle mi lengua y masajear sus nalgas con mucha suavidad.

 

No quieren amarse a escondidas,

Más bien desean decirlo a gritos,

Piden más respeto para sus vidas,

Que no las juzguen por sus pensamientos

Y que sepan todos que sus sentimientos

También pueden ser infinitos.

 

Quieren tener también el derecho a soñar

Y no avergonzarse nunca de sus sueños,

Atreverse a salir a la calle y proclamar

Que son originales y no copias,

No una mentira de la que alguien se apropia

Ni una verdad de la que todos se creen dueños.

 

No pasó mucho tiempo para que Victoria se volteara hacia mí, ahora era de nuevo la misma mujer que detallé al comienzo, sin temores, desinhibida, divinamente suelta. Era ella ahora la que besaba mis senos, la que me acariciaba, quien me hacía sentir intensamente cada segundo que pasaba. Me acostó al lado de Daniel y llevó su mano a mi vagina, introdujo sus dedos sutilmente y en un mete y saca rítmico me elevó hasta el infinito, hasta donde están mis emociones más fuertes.


Mi amigo se limitó a vernos, tal vez admirando la genuina pasión con la cual ambas nos tocábamos. Él sabía que hasta cierto punto era culpable de lo que estaba pasando, porque constantemente me proyectó la imagen de su novia como alguien cercano a la perfección y cuando estaba con ella piel con piel, cada segundo que pasaba le daba la razón. Victoria era perfecta, muy sensual, muy única, muy ella. Su mano seguía haciendo maravillas en mi vagina, se inclinó para que sus dedos dieran paso a su lengua y comenzó allí un jugueteo riquísimo con mi clítoris. La utopía había dejado de serlo, Victoria estaba ahí conmigo, haciendo de mi cuerpo su altar. Mientras su boca fabricaba sensaciones en mí, sus manos hacían lo propio recorriendo mi piel. Puedo decir ahora que han pasado varios días, que aún conservo cada vez que cierro mis ojos, la impresión de que ella me está tocando.

 

Quieren brillar en su universo personal,

Colocar una por una sus estrellas…

Decir que a nadie le hacen ningún mal,

Que si son condenadas a algo eterno,

Construirán ellas su propio infierno

O tendrán un cielo sólo de ellas.

 

Les gusta en definitiva ser diferentes

Desde la cabeza hasta los pies…

Y no pasa ni por asomo por sus mentes,

Que alguien deba intervenir entre las dos,

Con el pecado grave de creerse Dios

Y la estúpida pretensión de ser juez.

 

¿Cómo me atreví? ¿Cómo pudo suceder esto? Es verdad que ella nunca dijo ni hizo nada que me hiciera pensar que yo le agradaba, pero es que entre nosotras hubo un lenguaje mudo que muchas veces sólo entendemos nosotras las mujeres. Un código que proviene de las miradas y en ese sentido, los ojos de Victoria eran muy expresivos y sin necesidad de palabras, con sólo mirarme logró revelarme sus secretos y entre ellos, su secreto mayor… que yo también le agradaba.


Ha pasado el tiempo, mi amigo aceptó los hechos pero sólo por ese día. Bajo esa condición continúa su relación con Victoria, que ciertamente es su novia, es suya, pero por unas horas fue sólo mía.