Carlos Fernando

En tiempos aquellos

 

 

En tiempos aquellos

cuando

recorría

con desesperación

las calles

buscando trabajo,

sabiendo que en casa

me esperaban:

el hambre y el

reproche y la incredulidad,

arteros enemigos en

las bocas de la incomprensión.

 

Cuando en el menor

pretexto

se alzaban las

voces,

y ecos retumbaban

bajo mis tacones,

recriminaciones y

fábulas necias,

y entre las manos

apretaba

la angustia en el

aire.

Fatigas que vienen

por desandar

lo andado, para

volverlo a andar.

 

El sol me pesaba

sobre el hombro

con el peso de todos

los fotones

de una tormenta de

viento solar,

concentrados a través

del biconvexo

cristal

de una lupa

gigantesca.

 

En esos tiempos que

el ayuno prolongado

era el insospechado

sacrificio

del peregrino

que marchaba hacia

el santuario

de la esperanza sin

conocer a cuál dios

levantar su

plegaria,

sin conocer el lugar

donde se erguía el

altar

dónde debía

presentar su ofrenda,

desesperada.

 

Levantaba los ojos

hacia el cielo

el urbano

trashumante,

y ante el silencio

imperante

levantaba el puño

deshilachando su

miseria

en gritos

irreverentes. De insensatez

y de angustia.

 

En esos tiempos

aciagos,

solo un canto pudo

rescatar

mi corazón de la

aniquilación

total que amenazante

levantaba

su hacha para

degollarme.

Le debo a Violeta

Parra

el pago de mi

rescate.

Fue la respuesta de

Dios

en los versos de

Violeta.

Ahora lo comprendo

bien.