Era un atardecer floreado,
de intensa primavera.
Yo leía unos poemas
como un niño enamorado:
"Yo soy el calor de tu piel,
la espina que descubre la flor,
quiero soñar que te quiero
y robarte el corazón..."
Se esfumaron mis años,
y pensé en el amor,
en mi esposa, mi mujer
¡Caramba, ya hace tiempo!
Y aquella noche sería un loco,
huracán de pasión,
los dos en un solo abrazo
nos amaríamos como siempre
en la misma canción.
Seguí leyendo los versos:
"Besaré tus secretos y los míos,
hasta que pierdas la mirada
y tu piel enamorada
sienta mi espina en el alma..."
Compré tres píldoras de amor,
me tomé dos....
guardé una para el momento final.
Llegué a la casa,
todo en silencio...¡perfecto!
Abrí la puerta del cuarto...
¿Y la mujer? ¡Feliz, dormida!
¡Desgraciado poeta!
Ahí en la pequeña mesa
guardo la última píldora.
Quién sabe si algún día
encuentre a la mujer despierta.