Apoyo una linterna abandonada
sobre mi último nombre pasajero
y luego lo olvido de nuevo
bajo un cielo.
Ando –desconocida- por las noches,
desnuda de existencia y de vacío.
Mi corazón me ignora - se asombra- me deslumbra
(se acostumbra)
siempre y cuando muera el día (una follia).
No me responde - no me corresponde
se espande donde quiere y me recorre
el cuerpo - a golpes
de sueños quebrantados –fugitivos-
Me miro siempre y cuando tú te quedes. No respiro.
.
Sube una nube azul bajo mis manos,
tiemblo (te siembro) de blanco y de suspiros.
¿Cúando perdí de mí toda la aurora?
¿Cúndo me renegó la huella de mis horas?
¡’Oh, pobre nombre mío! Pobres tus pasos!
¡Qué frío tan inconsciente se robó tu espacio!
Y yo aquí – fragmentada - con un sonido aquoso
que me araña los ojos,
con las piernas sin luz y una boca de acero,
que ya no sabe más como me llamo.