Al ángel con las manos llenas de agua limpia
lo he bajado del viento, ahora es mujer.
Y está en mi regazo, quieta, oyendo
el relato escrito con sus plumas y su tinta.
Una pluma por palabra, una pluma punta roja.
Una historia de clamores, que va de ventana en ventana.
Secreta y marcada sea la noche,
el número de las noches juntos
en labor de trazar las marcas, las fronteras
entre lo vivido y lo anhelado.
Tu pelo tibio, abierto al rumor,
tocado por la luz leve de la vela,
gota a gota, dando pasos.
Ojos abiertos que se cierran
sintiéndose bordar, gota a gota ardiente
el sello que no ha de ser roto por nadie mas.
La pedantería que te impregnaba
Yo la lavé, ya no está.
En tu dulce locura olvidas que
tu belleza es la belleza tuya.
Gota a gota, quemante, inolvidable.
Me miras y te beso
con besos de sal sobre tu donaire herido,
con lengua de arena sobre lo enrojecido.
He de llevarte al punto donde tu ser
se vuelva un beso al olvido.
He de llegar a sentirte disuelta y quieta
en mi lengua, ida a ratos
y mirar tu carne viva con los ojos de mi boca.
Te junto y te disperso cuando me lo pidas,
esa es mi labor...