Las cortinas entreabiertas
el cuarto a media luz
yo, trémula, nerviosa
tú, seguro y deferente
con tu presencia de maestro
yo, tu ingenua aprendiz
Temblaba, sentía vergüenza
me arrullaste entre tus brazos
me llevaste hasta la cama
con sus sabanas blancas
lisas y perfumadas
y que serian fiel testigo
de que allí una flor
por primera vez
fue desojada
Tus manos cuidadosas
mis ropas deslizaban
tolerante y sereno
en la boca me besabas
y sentía tu aliento
sofocado en mi piel
y más que antes
me gustaban tus besos
tu saliva era miel
Como estrella fugaz
palpaste mi universo
y yo sentía vergüenza
que miraras, que tocaras
que besaras mis secretos
Te deleitaste en mis humores
y yo, tímida y excitada
con mis pupilas dilatadas
Lloraba, y te imploraba
No! Por favor no lo hagas!
No penetres mi morada!
Con tu voz de caballero
musitaste muy sutil
“No te inquietes pura niña mía
tu fino cristal no quebraré
si tu no lo quieres, si tienes miedo
hoy no será, te lo prometo
sin profanar puedo enseñarte
del amor lo más sublime
lo mas perfecto, te lo prometo
las blancas sabanas
quedaron ajadas
blancas pero mojadas
perfumadas de nuestros cuerpos
mas, se quedaron con las ganas
de mancharse con la sangre
de una virgen profanada
virgen que por primera vez
se vio desnuda en una cama
y conoció el amor perfecto
sin dejar de ser inmaculada