El llanto cálido en mi plena faz
(resbaladizo, límpido, salobre)
no es cosa que en los ojos me resobre
pese al disgusto de perder la paz:
no me lo impongo porque así nomás
buscando convertirme en uno pobre
sin placidez para que me las cobre
el mal latente hasta de mucho más.
Así que en cuanto al lloro es por demás
decir que en parte me haga falta o sobre
-que yo intervenga en su verter veraz-
pues entretanto que de buenas obre
en derramarlo a lo bien, además
no habrá pujanza que jamás recobre.