Hoy no han matado a Facundo,
es al mundo al que han matado,
y no han sido los disparos
de las armas criminales,
han sido los animales que las disparan
con saña que para matar, una bala
es de sobra suficiente,
por qué regodearse con la muerte
lanzando una bestial andanada.
Hoy no me indigna la muerte
de quien nunca fue mi suerte
haberlo conocido o haberle
hablado frente a frente,
y sin embargo me duele porque
siempre fue mi amigo.
No lloré a mi padre cuando
siendo solo un muchacho,
tuve que hacerme el fuerte
para no exhibir mi llanto,
porque alguien me dijo "sé fuerte",
después lo lloré en silencio
por años y años en su ausencia.
No lloré a mi madre sino
unos cuantos instantes,
porque al fin su existencia
en soledad voluntaria,
con la muerte concluía,
y porque partía rumbo a la esperanza
de reposar al fin en Dios,
y ya no era un muchacho yo,
que se quedaba en desamparo.
No he llorado la partida
de aquellos que estando enfermos,
al estar a mi cuidado, un superior
designio dicta que es la hora de partir,
y yo los he visto morir
cuando son apenas niños.
Pero me he resistido a llorar
la muerte de un hombre fecundo,
que seguro no era un ángel
y como todo hombre tuvo
seguramente defectos.
Pero en toda su poesía derramó amor,
filosofía, y un profundo entendimiento
que lo violento no es argumento,
ni justificación ni imprudencia,
y que no importando causa dijo:
"No me importa tu fusil
ni el cañón del enemigo"
"Dos males no significan un bien,
en ningún sentido".
Tengo el llanto a flor de piel,
y una opresión en el pecho,
y si bien no hay derecho
en ponderar una muerte,
En tanto se es, indiferente
a la muerte de otros tantos
que se pierden en el llanto
de desconocidos deudos.
Y no mueven a protestas
ni a manifestaciones de duelo,
ni a mediáticas apariciones
de actores oportunistas,
se trate lo mismo de un viandante
que un político de Estado,
que medran con el momento,
o lucran con la noticia.
No por eso no hay pesar
en el corazón de muchos
que igual que yo recordamos
fragmentos de nuestras vidas
en las notas y en las letras
escritas por este hombre cabal,
que fue su apellido Cabral,
y fue su nombre Facundo.
Pero dije al comenzar que hoy
han matado al mundo,
porque en la muerte de un hombre
muy bien se puede mirar,
cómo va la humanidad muriendo,
a causa de su maldad, su codicia
e intolerancia, su barbarie,
su insensatez, por olvidarse de Dios,
por buscar solo placeres,
por la infidencia que provoca
en el lego, la doble moral del pío,
y del sumo sacerdote,
y del pastor del rebaño,
que solo por el salario cuida
y esquilma la oveja.
Y no me duele que haya muerto Facundo,
que él acudió a su cita, que nadie
se muere antes, sea que se ponga
o se quite, y él, mi amigo… reposa.
Si no me duele, que pese
a todas apariencias, me queda
una sola certeza: Que habrá homenajes,
discursos, condenas, manifestaciones
de dolor y desconsuelo.
Pero su absurda forma de muerte,
como vano sacrificio, en nada habrá de servir,
pensando en despertar consciencias,
como la muerte de Cristo, al menos al parecer,
al Mundo no cambia en nada. Porque requiere
un esfuerzo del corazón, ser fiel.
Tengo un nudo en la garganta,
y congoja en mi corazón, en la mente
indignación, y en el canto una esperanza,
que no depende de mí. Porque depende del Mundo.
En fin amigo Facundo,
que yo me despido así,
recordando que decías: "No soy de aquí…"