Hoy recuerdo esos momentos
cuando te dije: te quiero,
era mi voz un tormento
era tu rostro un desvelo.
Cobijado en la inocencia
mis palabras vacilaban
y tu atónita mirada
me arropaba en complacencia.
El tiempo giraba en pausas:
yo pendiente, tu calmada,
no respondias a mi causa,
mi mente se congelaba.
De pronto oí aquel murmullo,
una voz tierna y quebrada:
Este amor! es todo tuyo!
Sonó como campanadas.