Jesús Lantigua

NOCTURNIDAD

 

(Homenaje a Gabriela Mistral)

 “Se anegó de niebla el llano.

Se encogió el suspiro azul.

Se ha posado como mano

sobre el mundo la quietud.”

 

El astro se sumergió

entre montañas lejanas;

peinando sus grises canas, 

la tarde, se disipó.

 Incierta visión prendió

en los brazos del banano.

Como una sombra de guano

se vio la palma en la brisa,

mientras, en blanca cornisa,

se anegó de niebla el llano.

 

 El color se fue en un guiño

 azafranado del cielo,

guardando el lienzo del suelo

bajo el celestial escriño.

Se vistió de luto el liño,

donde fue verde un gandul.

Abrió su tapa el baúl,

de la noche, con sus huellas;

entre el polvo y las estrellas,

se encogió el suspiro azul.

 

Después, en hora avanzada,

se palpa un llanto foliar,

 incesante, al gotear

sobre la tierra mojada.

Desde profunda vaguada

brota un aliento lejano.

Llega el rocío serrano

volando desde el poniente;

todo el vuelo del relente

se ha posado como mano.

 

 Tumba de la vida inerte,

en sucesión resurgida;

muerte, que aprende la vida,

vida, que enseña la muerte.

La oscuridad es la suerte

de la extrema lasitud.

El cielo es un ataúd,

mezcla de luto y sopor,

cuando esparce sin color

sobre el mundo la quietud.