Desearía que no hubiera
temor en la sonrisa de los niños.
Que el amanecer cantara
el himno de libertad
escrito en el corazón del infinito.
Que las guerras
fueran tan solo mitos ficticios
y el dolor antigua creencia
que no llegó a ser.
Crearía palomas que vuelen
sin temor a que sus alas se debiliten;
que alcanzasen las montañas del Everest
y habitaran el paraíso
del que una vez se contó.
Que se inyectara
en cada médula ósea
la vacuna contra el racismo de pieles
y religiones;
que hubiera un solo Dios,
un solo linaje,
un solo ser.
Que la paz brillara
como lo hace el sol
al nacer sobre la escueta oscuridad,
alumbrando la sombra de la ignorancia.
Que el océano contara
con sus olas la creación de la vida
y el origen del génesis
en las pupilas de un ángel.
Que el alma inmortal absorbiera
el néctar de esta alegría primitiva
que se mece al tocar
el tibio ensamble del amor.