En tropeles de dicha perpetuados
los momentos felices de mi infancia
invaden mi memoria con fragancia
de jazmines y cuentos susurrados.
Instantes en el tiempo congelados,
de aquella altiva torre la prestancia,
de espadas de madera resonancia,
y taludes de retos encarados.
Brotaron al inicio del camino
que las Fuerzas eternas me asignaron
ajeno a las querencias de mi sino.
Cuan lejos esos años que otorgaron
ilusiones de azares sin espino,
y la mente de un niño confiscaron.