Y tú, estimado y admirado,
me dijiste desesperado:
"Recuerdo la ropa que vestía
ese importante día de mi vida
en que ella sin saber lo que quería
me besó sin saber que mi fin sería".
Pues bien, yo no recuerdo la ropa
y he perdido la cabeza
martirizándome de esa manera
como si fuese un idiota.