Aquellos labios rojos con sabor a juramento
dulce boca que en voz baja
pronunciaban mi nombre encumbrándome en el cielo,
aún subsisten sus recuerdos y el deseo desbordado
de degustar del dulce néctar de sus besos,
transitas sin rumbos por las segunderos del reloj
mientras se van agolpando los copos de nieve en mi sienes,
un preludio de un amor inesperado tocó con armonía a mi puerta
pero desde el espacio celeste hay cenizas que me trae el viento
y se muere la ilusión nueva
y me mantengo preso entre los cerrojos del recuerdo.