En la imagen
seductora del amor
emerge imperante,
igual que el amanecer.
La necesidad del beso,
y en él, apacible,
pero vertiginosa
la entrega del ser.
Paradójico es,
cuando ciertamente
hipócrita sutileza
rechaza con la cabeza.
Mientras por dentro,
extraño desplante
olvida la cordura
y reina entereza.
Y emerge imperante
en la necesidad del beso
la de perder la cabeza.