¡Lejana en el tiempo te veía!.
Vi marchitar los días,
vi morir las noches,
vi abrir las flores,
los días vi marchitar.
A ti mi amiga,
cerré mis manos,
mis decrépitas manos.
No supe amarte amiga,
no supe hacerlo hasta hoy,
pues hoy te oí llamar,
y tu tenue voz
susurró mi nombre
y un agónico hilo
segó mi vida.
A ti mi amiga
hoy he de amarte,
volar en tus alas
a la infinidad temporal,
pues hoy tu me diste
lo que yo nunca quise.
Aunque ahora me doy cuenta
de cuán equivocado estaba
en pensar que de nada vales,
que nada aportas.
A ti mi amiga,
hoy, he aprendido a amarte.