Acaso es tu pezón izquierdo
o la estrella tatuada en tu cadera.
Quizá sea la mínima cicatriz de tu espalda
o el modo de gemir mi nombre
cuando no eres capaz de mentirme.
Puede que sean tus dedos deslizándose
por el slalom de mi nariz hasta mi sexo.
O la cadena que se balancea en tu cuello,
rozándome labios saciados de lujuria
mientras tu cuerpo estalla al contacto de mi cuerpo.
Te juro que no estoy seguro.
No sé lo que vislumbro al cerrar los ojos
y pensar en tu nombre,
flor de flores, hundido en las tinieblas del recuerdo,
tu pezón, tu cadera, tu cicatriz,
tu colgante, tus dedos.
Señas escritas en un sobre de nostalgia
cartas de amor sin dirección ni nombre.