¡...Recostado en el sillón, cerré mis ojos...!
Tome la llave y la encendí, aun no se cuanto viaje, pero con todo y maletas me marche, mis recuerdos se deslizaron y transitaron en mi máquina del tiempo.
Arribe, mis pies se sumergieron en el agua del rio escondido, mientras el silbido del viento atravesando las hojas, derrochaba su más fresca ternura sobre mi rostro.
Bajo el asombro que me invade, empiezo a sentir los besos de los peces en mis suaves dedos y las cosquillas con ellos.
A orillas de la barranca, cuyos nidos de aves guardabarranco en su interior, albergan pequeñas vidas, fruto de un lazo de amor. Las emplumadas criaturas en familia y yo; su más fiel admirador.
Es cuando volteo y entonces la comienzo a mirar, tan bonita con su delicada piel, sonríe y me empieza a llamar.
Mi abuelita; con su carita bella y su cabello de algodón, cuan más pura doncella de hermoso corazón. Con su don, lleno de cariño, mientras desliza sobre la piedra la ropa de aquel niño, el cual, un día yo fui.
Viaje en mi máquina del tiempo, donde mis momentos de inocencia, marcaron sentimientos inmortales y en la inmortalidad de mi realidad, despierto y sonriendo en la felicidad, terminan los años que estuve viajando en los minutos que pase recordando.