Acicalada abre la puerta,
delicada es y se presenta
invocando tu mirada,
para sea mi ser
nacido para besarte;
será que el universo
quiso a ti darte,
el fulgor, la precisión
de ese calor provocador
que incita al hombre que soy,
para siendo audaz
conquiste los espacios,
y achicando las distancias
se atreva a confesarte,
cuantas ganas tiene él,
de abrazar la inmensidad
de tu inocencia,
del vigor de tu pasión,
de tocarte hasta embriagarse.
Pudiste ser solamente un rumor,
el ocaso hecho catastrofe o perdidión;
pero optó la vida por hacer
contigo en mi una porción,
decidió la vida traerte junto a mi (hasta mis brazos)
para que nos pudieramos decir...
lo que ahora (mirándonos a los ojos) nos decimos....
-nuestros sentidos se encajan
sobre una misma nota,
forman un único corazón
-así es, lo reconozco
-y es por saberlo que deseo compartir:
vida, muerte, transformación....
la eternidad cabida (la intuyo exenta de medida)
en un infinito junto a ti.
Graciosos tus labios,
desdoblan una sonrisa,
bocanada, que este aire,
con satisfacción, sin dudarlo
absorve, haciendo suya.
Es tu espíritu de amor,
un torrente innato,
el contagio de hermosura,
pues posee al mismo sol,
una luz que imanta pura,
enraizando al mar
con la dulce gota,
que levita transportada
por sedienta,
agitada o mansa lluvia,
y acaricia besando
la espigada hierba,
y con razón sobrada,
que es alimento de progreso,
tiene peso, es fecunda,
y por nube, (cual tú y yo)
es desprendida.
318-omu G.S. (bcn-2011)