Ayer estuve en la plaza
viendo a los niños correr
y te vi jugando descalza
con tu sonrisa de miel.
Salí a ver la luna llena
para contemplar su brillo
y vi la sonrisa plena
de tu labios purpurinos.
He salido por las calles
a caminar en silencio
y te vi luciendo encajes
adornados en tu pecho.
Salí a la solitaria montaña
a ver si escuchaba un eco
y escuché tus carcajadas
resonando desde adentro.
Anduve por un sendero
caminando como si nada,
y vi tu rostro sereno
en cada mujer que pasaba.
Tu presencia me persigue,
tu recuerdo me alimenta,
y por eso, el que suscribe,
escribe mientras te piensa.