Sentados en la peña bajo el cielo nublado,
oíamos el canto de olas y caracolas,
que locas reventaban besando rompeolas,
y con furia salvaje mi amor se han llevado.
Hoy mi alma triste llora bajo el cielo escampado,
y lloran las sirenas al son de barcarolas,
y a su nidal retornan las gaviotas entre olas,
mientras sólo y en silencio veo un mar ya calmado.
La noche ha llegado con su manto en la mano,
y en angelical vuelo viaja hacia una estrella,
solitaria viajera de otro mundo lejano.
Y en el fragor de la ola ha dejado una huella,
que borrarla no puedo de este encierro mundano,
mas hoy; pido a las olas me lleven donde esté ella.
Iván Madueño Luján