La lluvia golpeaba el tejar,
Tocando como para dejarla entrar,
Gritaba inquieta, susurraba al borde la noche su soledad,
La miraba, y eran sus ojos relámpagos, que cruzaban el espacio.
Dime amigo, ¿ quién no la pudo amar?
Si su cuerpo fue la cálida brisa en noches de invierno,
Su pelo fue la oscuridad en las tardes lluviosas,
Su rosar en mi cuerpo era como el agua en mis manos…
Como no amarla amigo, si fui lucero en su cielo despejado.
En su territorio, hubiera luchado por junto a ella, haber estado,
Yo cerraba los ojos,
Presumiendo que en mi pensamiento la encontraba,
Y la dibujaba, como un pintor lo que más amaba,
Luego describía, y eran versos, que a lo lejos resonaban…
Ahhhh, que dura es la soledad cuando te pienso,
Es como mirante en la figura transparente de una imagen,
De una fuente lejana, que se mueve al son de la vida,
Te alejas, y regresas como presumiendo de tu belleza.
Allá afuera de este rancho donde te pienso,
Solo eres tú, no me pregunten, si he amado,
Ahora, no hay nadie que llene el vacio que has dejado.
No me cuestionen de mi soledad,
si es que regresas con el viento de octubre,
quiero oírte sonreír como el viento en los pinos,
no vengas a mí, con lagrimas en tus manos.