(Homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer)
“Dos olas que vienen juntas
a morir sobre una playa
y que al romper se coronan
con un penacho de plata.”
Tiene el aire, olor salobre,
aliento de la marina;
un sabor que se adivina
en los anzuelos de cobre.
La espuma se encuentra sobre
la silueta de las puntas.
Braman acuáticas yuntas,
parecen retar al cielo;
sienten fervor y recelo
dos olas, que vienen juntas.
Se encabritan en la altura,
descienden para subir,
ansiosas por recibir
el trofeo de la albura.
Hay un cambio en su textura
cuando la fuerza desmaya.
Al final, tras blanca raya,
por un estrecho azulado,
vienen con gesto cansado
a morir sobre una playa.
Mientras, en la abrupta orilla
hay un concierto de ruidos,
un tránsito de los fluidos,
deleite en la barandilla.
Mueven una vieja quilla
y entre rocas, la aprisionan,
las olas, que se amontonan
con un estruendo violento;
que se besan bajo el viento
y que al romper se coronan.
Tras el líquido alborozo,
el embrujo se acelera
y le brota una quimera
a la cresta en su retozo.
La intención trae el esbozo
en la cima que dilata.
Toda la fuerza desata,
rompe, el color, desafiante
y se corona al instante,
con un penacho de plata.