El caracol y el ciempiés eran amigos, ambos andaban por la tierra arrastrándose contra el duro suelo, uno con patas de más, el otro sin ellas, pero aún así, cada uno avanzaba a su propio ritmo.
* Hola amigo caracol
* Hola amigo ciempiés
* Como se siente no tener patas?
* Nada extraño al fin y al cabo avanzamos, y si algo es seguro, es que dejamos la huella
* Y tú que tal con ese exceso de patas que debes mover a un mismo ritmo?
* Igual, todo bien. Acostumbrado a dirigirlas todas en las misma dirección
Y así fue creciendo y creciendo su amistad, porque cada uno aceptaba su condición y respetaba la del otro. Sucedió que un día ambos amigos, el caracol y el ciempiés tuvieron un gran sueño, un sueño que querían convertir en realidad y decidieron unir esfuerzos para ver si los dos juntos podrían lograrlo. Ese sueño era llegar al cielo.
* Claro que no podemos volar, ni siquiera saltar, decía el caracol
* Pero estamos decididos a llegar bien alto, continuó el ciempiés
Nunca más los vieron por aquella estancia, no se supo ni siquiera si llegaron o no llegaron al cielo, lo que si se sabe es que en honor a ese gran sueño que tuvieron, cada vez que alguien quiere subir al cielo, sigue la senda que ellos dejaron… Una senda marcada con sus formas, la escalera y la escalera de caracol, como mudos testigos de que hicieron el esfuerzo y dejaron su huella a través de todos los tiempos.
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