Los televisores se convirtieron en deyección:
algo inusitado perturbó
el falso sosiego de los urbanitas,
al tiempo que en las radios y en los diarios
anunciaban el fin de los tiempos.
Yo nunca he dejado de leer los panfletos
que me ultrajan, ésos que atestiguan
que mi cuerpo es una entidad interfecta;
mas, después de leer todo lo que es erudito,
rasgo mi armadura en de cien mil pedazos
y me atrevo a escribir un poema inconmovible
que me asegura que los efectos y las rebeldías
son algo más que promesas irrealizables.