Cuando patrulles la ciudad y sientas tuya y te engrandezca la misión de su custodia, aunque lejos de tu tierra y de los tuyos.
Cuando veles por el sueño de los otros y les cubras con el manto de tu
guardia;
Cuando el eco de tus pasos en la noche, represente la paz en cada esquina, bajo el sereno control de tu mirada;
Cuando el frío y el sol muerdan tu piel, sin que se mueva un músculo en tu cara;
Cuando el miedo penetre en tus entrañas y se encuentre cara a cara con tu fe, sea esta cual sea;
Cuando tengas la humildad de los valientes, para ordenar hacer lo que
más cueste y los hombres te sigan por ti mismo, aunque vayas incluso hacia la muerte;
Cuando impongas respeto y disciplina, con tu sola presencia ante quien sea;
Cuando nadie juzgue tu conducta, porque no des lugar para que lo hagan,
y el código de honor que guíe tus actos, marque el norte vital de tu existencia;
Cuando la mirada del hombre de otra raza, del pobre o del adicto no encuentren en tus ojos recelos ni reproches;
Cuando en ese amanecer en que la noche se ha llevado a un compañero
mires al Cielo agradecido a Dios por ver de nuevo el día,
que en el llanto de huérfanos y viudas encuentres para luchar tu luz y guía;
Cuando el surco caliente de una bala, rompa el espejo negro del silencio
Cuando florezca un clavel ensangrentado en tu pecho o en el del compañero y eleves al Señor una plegaria, sin rencor, ni queja, ni lamento;
Cuando debas tirar y tu disparo sea sin odio y a la vez certero;
Cuando aceptes morir solo en la calle, teniendo como mortaja el firmamento y aspires a formar junto a los otros, que hacen guardia entre los luceros;
Cuando seas imparcial contigo mismo, sin creerte poseedor de las verdades;
Cuando puedas reprimir impulsos propios, desechando egoísmo, envidia y vanidades y logres irradiar, sin falsas poses, esa hombría de bien con que se nace;
Cuando estés consciente totalmente de tu hermosa misión en esta tierra;
Cuando no te encandilen los honores, ni el poder se te suba a la cabeza
y el dinero no pueda doblegarte, ni ponerle precio a tu decencia;
Cuando eso consigas con tu esfuerzo, recién entonces habrá llegado el día
en que puedas gritarle al universo, por la Gracia de Dios…soy POLICÍA.