Por: Ivette Durán Calderón
Las lágrimas del príncipe Elio con las del griego Crota, se funden con el mar,
ellos te dieron el nombre conspicuo de Eliocroca.
Helios y Kraton, sol y gobierno
perviven en ti, grandiosa ciudad regida por el rey astro.
Lejana época cuando la Medina conocióse como Lurqa,
evocando contiendas entre cristianas tropas y árabes fuerzas.
“Lorca de suelo grato y castillos encumbrados”… reza en tu escudo,
“Muy noble y leal ciudad” ondea la frase en tu carmesí bandera.
Evocamos tu nombre al magno son de la Marcha de Ministriles,
y nos estremecen los acordes del solemne Toque del Cabildo .
Impasible permanece el cauce del Guadalentin atravesando tu corazón,
reconociéndote como el segundo municipio más extenso de la regia España.
Bañando tus calles los rayos dorados, acunaron el nombre de “Ciudad del Sol”,
naciste junto al “río de barro” y al alto Guadalentín, árido y a la vez fértil.
Célebre tierra que estuviste poblada desde la época neolítica,
y hasta hoy eres reconocida por tu abundancia arqueológica.
Las faldas del Cerro del Castillo señoriales, impasibles pero angustiadas,
documentan la existencia de la otrora cultura argárica.
Te convertiste heroicamente en una población de la Cartaginense,
sufriendo la progresiva cristianización con presencia en el Concilio de Elvira.
Si de la Lorca visigoda apenas tenemos noticias,
recordamos la rúbrica del Pacto de Teodomiro dando luz al territorio autónomo.
Pasando luego por la reorganización estatal musulmana,
llegando a depender de Córdova y sufriendo la desmembración del califato.
Y así, serena atestiguaste la formación de los reinos de Taufas,
llegando a ser La Taifa de Lorca, uno de ellos.
Cuánta y exquisita historia permanece imperecedera,
cuántos y grandes nombres perduran en los anales de tu historia.
El heredero Príncipe Alonso conocido luego como X El Sabio,
conquistóte dejando en recuerdo la Torre Alfonsina.
Llegaste luego a ser en tiempo justo la llave del Reino,
y crucial punto de partida para intrépidas incursiones bélicas.
Demasiados recuerdos, angustiosos, épicos, imborrables,
como la emblemática Batalla de los Alporchones,
que finiquitó enfrentamientos en el reinado de Juan II
aquel, que te ungió con el nombre de “Noble Ciudad”.
Fuera ya el peligro musulmán cambiaste de fisonomía,
vino a ti el progreso, la opulencia, reafirmación de la fe, y más.
Prueba es la Colegiata de San Patricio junto a La Merced,
también Santo Domingo y San Francisco, apacibles conventos.
Pese a la modernidad de tu urbe, magnífica anfitriona,
no cesaba el acecho turco y el barberisco.
Amenazaron tu litoral, sembrando desolación y cautivando habitantes,
con artificios bélicos y engaños terrenales… así somos los humanos.
Mudos son los testigos de la expulsión de los moriscos,
así como impías, lacerantes, para sumarse a los males,
fueron la epidemia, la peste, miseria, dolor, sequías y plagas,
de cuya recuperación la historia es testigo junto al Palacio de Guevara.
La vida ha continuado, como continúa todo lo predestinado y divino,
y fuiste favorecida por el Reformismo Borbónico,
adquiriste modernidad, sacrificando tus caracteres medievales.
La población creció, desapareció la muralla … indiscutible sello de seguridad.
Soplaron para ti vientos favorables de cambio,
prosperidad que llega de la mano de la burocracia,
obras públicas, industria, trabajo y el funcionariado,
e hicieron de ti su refugio, artistas, pintores y escultores mil.
El siglo XIX consolidó tu ansiado modelo económico,
incluyendo aumento de población, aunque con ingratos percances,
pues no contaron con la rotura del Pantano de Puentes,
destructor de la llamada Puerta de San Ginés y el arrabal de San Cristóbal.
Llegó entonces el hambre, invitada por la Guerra de la Independencia,
crueles la epidemia y la fiebre amarilla hicieron de las suyas.
Cómo olvidar asimismo las sequías del tiempo de la Regencia de Espartero
que derivaron también en la desaparición del comercio de la barrilla.
Como fuere, terminaste el siglo con la misma extensión que hoy posees.
También diste la bienvenida a la primera máquina a vapor,
llegó la integración nacional que dio vida a los yacimientos litorales,
apogeo de los mineros del azufre y manganeso.
¡Oh! restauración aparejada de prosperidad y calma política,
lograste embellecer la ciudad con las glorietas de San Vicente y del Teatro y Colón,
se construyó el magnífico Casino Artístico y Literario,
así como el Teatro Guerra, y entre otros, también la Plaza de Toros.
Fue en el siglo XIX el resurgir económico de la comarca,
y si la emigración de las dos décadas siguientes dejó sombrías secuelas,
trocóse el flujo, ostentas con orgullo los curtidos, alfarería, cemento y chacinerías,
añadiendo a tu erario agrícola y ganadero, el aporte industrial de tu gente.
Siglo XX Noble Lorca, significa para ti progreso, despegue económico,
cambio lento y progresivo de la estructura social,
y la especialización técnica de los sectores productivos ,
capacitación, inversiones, todo parabién y todo para mejor.
Muchas glorias y mucho dolor, egregia tierra lorquina.
no olvidamos tu sufrir provocado por las inundaciones ,
cuya riada permitió inaugurar el Hospital Santa Rosa de Lima,
cerrado al inaugurarse el Rafael Méndez, actual nosocomio.
Tan sufrida pero insigne, también fuiste sacudida con el terremoto de 2005
afrontando altiva los cuantiosos daños materiales.
Bordeando los casi cien mil habitantes, hubieron restauraciones,
monumentos varios, como el Huerto Ruano o el Porche de San Antonio.
Merecidamente por el Consejo de Europa, fuiste galardonada
con el Diploma de Honor de los Premios Europa.
Y así suman tus títulos, distinciones y honras
grandiosa Ciudad de los Cien Escudos.
Hoy, impotentes preclara Tierra del Sol, sufrimos junto a ti las secuelas
de los dos últimos terremotos y lloramos contigo a los muertos,
brindamos apoyo a los centenares de heridos,
aunque no encuentren consuelo azotados por la fría devastación.
Muchas madres ya no ven al despertar a sus hijos,
y muchos hijos añoran la sonrisa de sus padres,
hermanos, amigos, vecinos unidos en un doloroso abrazo,
buscan el consuelo de la resignación y añoran la serena aurora.
Quedó inerte, silenciado abruptamente el campanario de la Iglesia de San Diego
yacen heridos el crucero principal de la Iglesia de Santiago,
así como el techo de la Virgen de las Huertas,
y la Torre del Espolón del histórico y egregio castillo.
Fueron muchos los destrozos, y España sintió el estremecimiento
de este pueblo lorquino, que llora junto con los murcianos adheridos,
atribula la solidaridad madrileña donde se sintió también el daño,
Europa toda, y el mundo entero ahoga el plañidero quebranto.
Transcurrieron 55 años para volver sentir la furia de la naturaleza
con réplicas posteriores que acongojaron a propios y extraños.
Pese a tal dolor, jamás estuviste sola, grandiosa Lorca, y permaneces erguida,
sopesando dolores, lamentos y bebiendo lágrimas inesperadas.
Nada, absolutamente nada podrá destruir tu nombre, tu historia,
reconstruiremos las calles, las casas, albergaremos al débil,
nos arrimaremos al fuerte, para luchar por tu nombre,
pues cual Ave Fénix , regia, soberbia y magnánima… resurgirás.
Volverá el tañido de las campanas anunciando silencio, fiesta,
de rezo o de alerta, haciendo vibrar nuestro espíritu.
Nada podrá oscurecer tu nombre, nada apagará tu brillo.
nadie olvida lo que eres, Lorca, prodigiosa Tierra del Sol.