¿Porqué tú? Por tu entrega, por tu pasión,
por el placer inagotable cuando fundimos nuestros cuerpos,
porque me haces sentir amada.
Algunas veces siento que escribirte es un terrible pecado
por el gran océano de sentimientos
buscados y encontrados en mí, por tí,
por rebasar en mucho los lineamientos sociales.
Tú me hiciste revivir,
emergiendo en mí la mujer plena que llevo dentro,
me has dado vida e ilusión,
y todas esas cosas que llenan de alegría al corazón,
que llenan el vacío del alma deseosa de amar,
que dan satisfacción plena,
pues haces renacer el fuego de la pasión y del amor.
¿Porqué tú? Porque al parecer somos almas gemelas,
pues poseemos los mismos ideales, los mismos gustos,
los mismos disgustos, los mismos anhelos:
el anhelo de amar y ser amado en una única forma,
el anhelo de satisfacerse mutuamente,
haciendo trascender ese amor al mundo agonizante,
al mundo sediento, al mundo cruel.
¿Porqué tú? Porque tenemos la capacidad de entrar
a esa dimensión secreta, a ese dulce estado del éxtasis
y de la plenitud.
¿Porqué tú? Porque me aceptas como soy,
sin pretender cambiarme, porque sacas de mí lo mejor,
para ser la mujer que crees que soy
y admirarme sin juzgar mis motivos,
escuchándome con atención.
Y si te parecen pocas las razones para elegirte,
has de saber que no fuí yo quien te eligió,
fué eso que algunos llaman destino,
o eso que algunos otros llaman dirección divina,
o simplemente quizá alguna traviesa coincidencia.
Pero cuando no se sabe la respuesta,
está por demás explicarlo,
solo basta disfrutarlo,
pues la vida es demasiado corta para dudar
y demasiado larga para llorar.
Solamente decirte puedo,
que has traído sosiego a mi ser
y nuevas formas de ilusión,
mil y una razones para decirte
simple y paradójicamente que Te Amo.