Cierto día encontré a Soledad
y desde entonces va conmigo en el andar.
Soledad me enseño a sonreír, a vivir,
pero mi curiosidad fue más allá.
Pregunté a Soledad ¿ existe alguien?
inmuta solo quedo
y siguiendo mis huellas Soledad
iba entendiendo lo que ignoraba
Alguien a quien amar
de cuerpo y alma,
de pensamiento y palabra.
Alguien que cobije el alma
de la maldad.
Alguien que susurre melodías
para aplacar el dolor.
Alguien que escuche el sollozar,
más no juzgue su razón.
Alguien que destelle luz,
para desprender las telarañas de la oscuridad.
Alguien que sujete las manos para consolar.
Alguien que tan solo con un roce estremezca nuestro ser.
Alguien que vea más allá
de un rostro, un cuerpo,
pues la belleza no es eterna, es efímera.
Alguien que acepte a un ser imperfecto
ya que Dios creo al hombre y a la mujer
para que juntos talvez logren la perfección.
Alguien que piense en las palabras
siempre, eternamente… amor.
Alguien que vea en una sola mujer
su amiga, su compañera, su novia,
su amante, su esposa.
Alguien que se equivoque y tenga el
coraje de pedir perdón.
Alguien que no busque una aventura,
sino que encuentre el placer de amar.
Alguien que ame sin tiempo, sin espacio,
el amor verdadero va más allá de la muerte.
Alguien que te ofrezca riquezas espirituales,
lo demás será momentáneo.
Alguien que no se oculte en su corraza,
sino que permita ser consolado en sus desasosiegos.
Alguien que sea un ángel en el andar de la vida
para aliviar las heridas.
Alguien que no tenga el temor de decir la verdad,
la mentira es un enemigo.
Alguien que permita cuidar de él,
mientras exista el amor.
De repente, Soledad se detuvo
y en su rostro se dibujaba una leve sonrisa
sus labios apenas exclamaron:
¡Ese alguien, eres Tú!