Más chica que la flama de un cerillo
Pero constante y siempre inagotable
Quemando mi dedo, un ario anillo
Historia grabada de un sentir inflamable
Incluso ahora, después de tantos ocasos
Rehusando el olvido, mantiene calidez
El único calor que se siente en mis trazos
Compañero constante en mi lobreguez
Como si su verdadero amo se lo ordenase
Como si ella quisiera vigilar mis pisadas
Con cada nuevo día, su fulgor renace
Su querer fue atado a lo único que restaba
Un beso de despedida en el último eslabón
Aquel que fue forjado en el adiós definitivo
Que todavía ardiente, en mi dedo se posó
Para no olvidar su silueta mientras siga vivo
El metal se incrustó entre piel y hueso
Abrazando mi mano a falta de la suya
Para brindarle calor a un cadáver confeso
En largas noches en que admira a la luna.
Andrés Ruiz H.