(Homenaje a Rafael de León)
“¡Sígueme queriendo así
tormento de mis tormentos!
¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!”
Sufro la sed del sigilo
encadenando mis besos;
aborto de los excesos,
tras el rumor intranquilo.
Me ilumina el verde tilo,
testigo del frenesí.
Siempre recuerdo que allí,
regó mi amor, tu fontana,
alumbrando la mañana.
¡Sígueme queriendo así!
Desde aquel día sagrado
te dedico los cantares;
alegrías y pesares
forman mi idilio sagrado.
Fui presa de ese pecado,
de sus mil encantamientos.
¡Olvidé, sí, juramentos,
del ayer, ante un altar!
¡Disfruto tanto pecar,
tormento de mis tormentos!
Me deleita la caricia,
cada roce de tu piel,
la piel que busca lo infiel,
la caricia subrepticia.
Hay como un mar de codicia
cubriendo toda mi arena.
Me cautivo con la escena
del encuentro con tus ojos
y sueño nuevos antojos…
¡Ay, qué alegría y qué pena!
Hoy, que la tarde se pierde
entre las altas montañas,
mil sensaciones extrañas
tocan lo gris y lo verde.
En un segundo me muerde
el eco del desespero.
Por ser feliz, casi muero
cuando aparece la luna.
¡Qué tan brillante fortuna,
quererte como te quiero!