DANOS, SEÑOR, UN OBISPO
Danos, Señor, un obispo con conciencia clara de su rol de pastor,
Con humildad suficiente para no evitar al pueblo y tratarlo con amor.
Que no tema, no desdeñe, y que más bien enaltezca los valores nacionales
Que comparta con la gente su nativo guaraní en el púlpito y las calles.
Que para escalar jerarquías adquiera sabiduría, sin descuidar su humildad
Y no se muestre obligado a ignorar la piedad para decir su verdad.
Que escape a la tentación de la fama, el poder y el ostentar material
Y no mire de soslayo ni se muestre despectivo ante el reclamo social.
Danos, Señor, un obispo que se ocupe de enseñar la doctrina de Jesús
Con ejemplo y testimonio, que más que meras palabras brindan verdadera luz.
Que con el clero y los laicos marque firme y solidario el camino celestial
Y no utilice castigos para ejercer con decoro su tarea pastoral.
Que ofrezca siempre sincero, con caridad, a su pueblo la genuina esperanza
De contar con ese Dios eternamente presente en aflicción y bonanza.
Que desprovisto de todo atisbo de cualquier vano egoísmo
Se entregue amoroso a su grey con renovado altruismo.
Si todo esto, Señor, pudieses concedernos generoso
Tu pueblo se empeñará con nuevo ardor religioso
En ofrecerte en su fe con sencillez y humildad ofrendas para Tu Gloria
Que eterna resplandece y se acrecienta constante ante pueblos y la historia.
Luciano Pereira, 24/12/2.008