Con una larga dentellada
devoro tus muslos eslabonados
hasta el vientre del trigo y su miga,
cama de lana reposa mi pilosa piel
en la lenidad de almohada de tu pubis.
En disparo de rayo
mis dedos de falange instruidos
van como patas caníbales de ejercito apícola.
Reptan a tu boca donde la antigua serpiente de eje
armaba el seductor manzano de las simientes nacidas.
Manada blanca de potros
galopan las salientes herraduras
en mis dedos de alambre flexible de la plata extraída
y destellan sobre tu pecho argento.
¡Oh, amor!
Olvidé tu ingle de ángel verde
donde duermen los noctámbulos planetas
sus nardos de celeste y noche.
Desciendo en vuelo y mirar de cóndor estable,
con la vista de la inquieta hambre y un festín,
veo el temblor crepitante de tu base de pies
del cobre a la erupción de lava
explotando los volcanes de tu boca.