Días que pasan a ser bellamente nocturnos,
caminamos de la mano, felices en los anillos de Saturno,
románticos momentos que nos ofrece la noche y su hermosura,
llamándonos entre la niebla y su espesura.
Entre el fugaz fragancia de las diosas,
entre los pétalos que guardan tu perfume de rosas,
dibujando en tus labios una tímida sonrisa,
mientras el mar nos manda su veraniega brisa.
Se va como los aromas deliciosos de la flor,
los atrapa y nos los trae nuestro amor,
y el viento mueve a las lozanas margaritas,
parecen pequeñas mariposas con colores de la noche marchita.
También ellas te quieren, como yo, amar,
aunque a ellas, que son tantas no las puedas recordar,
sólo en los rincones de nuestro amor travieso,
ahí donde se conocen las flores y los besos.
Noche helada que nos encuentra en el campo solitario,
sentados en el umbral, bajo la luz de la luna abrazados,
dos almas que en complicidad se esconden, de todos perdidas,
almas blancas que están eternamente comprometidas.
Vuelan entre nosotros nuestras ilusiones,
testigos mudos y cómplices de nuestros corazones,
retratados en el cielo entre bellas flores,
un abril que crece entre los amores,
pasan ante nosotros para enamorarse las estaciones.
La alborada lentamente llega, tardíamente amanece,
soñamos despiertos con nuestro amor y el mar que se agita,
en el nuestro amor más y más crece,
idilio inmortal que cada mañana resucita.
El alba en tus bellas pupilas nace,
se retira la noche con querubines que te besan,
las sombras se van con ella, gradualmente se deshacen,
la luna de nosotros se despide con su luz eterna.
“De nuestro amor todo el campo se llena, nos dan su aroma delicioso las azucenas, vestidas con el alba de una mañana de abril, con túnicas blancas y su deleitable esencia sutil, con el blanco lucero de marfil.”