Profusa soledad.
Desiertos de amor.
Sin nada lógico… que contar.
De gotas espinosas de insomnios,
se impregna mi desterrada almohada.
Vacante quedó mi lecho,
que se hizo inmenso,
cuando se alejó el amor.
En un museo de intimidad,
se convirtió esta excluida habitación,
donde se agazapan por las paredes blancas
los fantasmas herederos del ayer.
Por rutas sin calzadas,
vaga mi alma extraviada,
Buscando un fuego,
donde calentar mi cuerpo,
carente de humedad.
Lagrimas de sangre,
ruedan desorientadas,
por mi alma huérfana,
que se desploma,
por el barranco de mi abatida realidad.