El jinete está muerto, asesinado por las manos poco visibles de mi memoria. Aquél día levante la mirada y lo ví. Estaba sobre su caballo que tenía el cuerpo y el semblante duro, tal vez demasiado. Iba galopando sobre un mar de tiempos y distancias, los cascos del ruano seguían el ritmo. Trataban de alcanzar la luna mientras se quedaban inmóviles.